UN CAMINO EN LA VIDA: SER PARA EL SEÑOR
Hoy
V domingo de Pascua, Jesús vuelve a recordarnos “yo soy el camino, la verdad y
la vida”. Estas tres palabras muy importantes en nuestro caminar nos vienen a
hacer una invitación tanto personal como comunitario. Es como si Jesús nos
preguntara ¿Quieres andar por la senda segura? << Camina por mí>>.
¿Quieres poseer la sabiduría por excelencia? <<Conóceme>>. ¿Quieres
vivir eternamente y plenamente? <<Yo soy la Vida>>.
¡Es
tan claro! pero aun así no dejamos de recordarnos como si fuera la vez primera que
las escuchamos porque así llegaremos a vivir su voluntad sobre nosotros. La
invitación de Cristo suscita en nosotros una conciencia de que es posible ser
seguidor suyo, ser cristiano sin conocerlo. ¿Y qué es conocer a Cristo? No es
memorizar enseñanzas cristianas, ni rezar muchas novenas ni siquiera comulgar
todos los días. Conocer a Cristo, Verdad plena, es tener una relación íntima
con Él, poseer una experiencia interior con Aquel que es uno con el Padre y el
Espíritu Santo. Es confiar en Él, llegar a abandonarme en sus manos. Acoger con
un corazón ardiente, sencillo y
disponible el Amor Absoluto y Gratuito de Dios Padre en Cristo. Es reconocerme
necesitado de Él. Es creer con mi corazón y confesar con mis labios que “con el
Señor lo demás me sobra”. Que Dios es la roca de mi vida. Que Cristo es el centro por el que gira mi
ser, mi persona, mi vida, mi familia...Es tocar a Jesus en su humanidad y
adorarlo en su divinidad.
La
primera lectura de los Hechos de los apóstoles nos muestra cómo el hecho de ser
cristiano no es sinónimo de estar a salvo de los problemas ni tampoco ser
plenamente santos. La iglesia, el cristiano, tú y yo nos veremos necesitados de
abandonarnos en Dios con nuestra oración, con su palabra si realmente hemos
optado y queremos seguir siendo sus testigos en este mundo. Día y noche nos
veremos necesitados de su Espíritu Santo que nos ilumine y que nos ayude a
resolver nuestros problemas pacientemente y a luz del Evangelio a fin de que
las mismas dificultades sean momentos oportunos de nuestro crecimiento personal
y espiritual. Momentos que nos llamen la atención para redescubrir nuevas
maneras de actuar, nuevas formas de resolver tantos problemas a nuestro alcance
como una misma familia, para crear un mundo mejor, un mundo que valore y que se
preocupe con entrañas misericordiosas por los más desfavorecidos sin acaparar
nada de lo que Dios nos ha dado, nos ha confiado para nuestro bien y el de la
creación entera. Un mundo que defienda, aunque esto suponga perder la misma
vida, el trabajo, los amigos, sea lo que sea, los valores y derechos humanos
ceñidos por el temor de Dios. Un mundo que reconozca a Dios en el prójimo y
pueda proclamar su fe libremente. Un mundo de todos, para todos.
Hermanos
y hermanas abandonados en la fuerza salvadora de Cristo que nunca nos dejará
solos caminaremos por su senda porque somos una nación santa, elegida. Un
pueblo adquirido en posesión para anunciar las grandezas del que nos ha llamado
de las tinieblas a su luz admirable: Jesús, Hijo de Dios, nuestro Señor y
Mesías.
Recordemos
también a tantos hermanos misioneros que han salido de sus países y ambiente
familiar para llevar la Buena Noticia al mundo entero, especialmente hoy la
familia franciscana recuerda de manera especial a sus misioneras y misioneros,
para que sean antorcha encendida que ilumine a todos la invitación que Cristo
nos hace hoy: caminar por su camino, conocerle y centrar nuestra vida en Él.
Para
gloria de Dios,
Hna. Catalina Mª Inmaculada Ohp
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