FIESTA DE JESÚS SUMO Y ETERNO
SACERDOTE
Al
llegar esta fiesta siempre me resuenan dos palabras: Envío y Misión. Es decir
enviados para una misión. Palabras que vienen a definir tanto el Orden
sacerdotal como a todos los cristianos bautizados. Todos los bautizados fuimos
enviados para una misión particular. Una misión que define nuestro ser: ser
sacerdotes, profetas y reyes. Jesús es el verdadero Sumo y Eterno sacerdote que
no quiso apropiarse la gloria de ser sumo sacerdote sino que la ofreció de una
vez por todas como el sacrificio de nuestra salvación.
Todos
los bautizados hemos sido llamados en nuestra debilidad no porque lo
mereciéramos. Es por eso esta llamada se basa en la total dedicación al Señor y
el reconocimiento propio de nuestra flaqueza humana.
Permitidme centrar mi reflexión en la llamada
al Orden Sacerdotal. Igual que a todos los bautizados sabemos que nuestros
hermanos sacerdotes, no son llamados porque se lo merecen sino porque Dios lo
quiso. Desde la iglesia primitiva según el libro de los hechos de los apóstoles
6,6, se realizaba la ordenación con la imposición de manos sobre los elegidos.
Momento de un nuevo nacimiento a una nueva relación con Dios, es decir, ruptura
con lo antes vivido para abrirse a la vida que mana desde lo alto. Esto es esa
calidad de vida que alimenta y fecunda, que acompaña y compadece, que completa
su ser amando sin reservarse nada para sí, dedicándose por entero a los hombres
y mujeres actuales. La invocación del Espíritu Santo sobre ellos será pues para
capacitarlos para la misión confiada ya que no se efectúa con la propia fuerza
sino por la acción de Dios Espíritu en ellos.
Ser
sacerdote pues es ser anunciador y predicador de la palabra divina. Es ser
maestro de la fe. Misión que requiere una fidelidad suma para llegar a ser
espejos de lo que transmiten a los demás, a los fieles. Hombres que como Jesús
de Nazaret transmiten ternura y misericordia, perdón, compasión y comprensión.
En una palabra, hombres que sepan en cada momento acercar el amor de Dios Padre
en su misma densidad y calidad a las personas. Hombres que divinizados por el
Espíritu Santo derrochan sus dones por doquier. ¡Qué preciosidad y qué
significativa las palabras del Obispo al entregarles el pan y el vino en la
ordenación! Les dice << Recibe la ofrenda del pueblo santo para
presentarla a Dios, considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y
conforma tu vida con el misterio de la cruz de Cristo>> ¡No es poco el
compromiso! Es decir el modelo es Cristo. Un modelo para toda la existencia. Es
aquí hermanos y hermanas que los sacerdotes se convierten en pan. Es su entrega
como trigo selecto y molido se convierte en pan que alimenta, un alimento
universal. Imitar a Cristo victima sacrificada para nuestra salvación. El
horizonte como de todo bautizado ha de ser Cristo. Entregar la vida incluso
arriesgarla como lo hizo Él en favor de la humanidad universal.
Hermanos
y hermanas no es fácil extender las manos sobre la ofrenda para que el Espíritu
Santo los transforme en Cuerpo y Sangre de Cristo. Esto que contemplamos con
nuestros ojos por los menos corporales diariamente implica comprometerse e
introducirse en la Pasión de Cristo. Es conformarse e implicarte todo entero
con la persona de Cristo. Cristo es el Camino y Cristo es la Meta y todo lo que
se encuentra fuera de este marco es servirse a sí mismo. Dios los llama en la
persona de Cristo pero no para acapararlos sino para abrirlos un horizonte más
amplio, para ser intermediarios de sus elegidos.
Es
mucho más lo que implica esta fiesta y es mucho más lo que ha de ser un
sacerdote o un bautizado. Por eso es tan sumamente imprescindible apoyarnos
unos a otros con la oración y la fidelidad cotidiana. Pedir por la iglesia, por
nuestro papa Francisco, por todos los presbíteros y por todos los bautizados
que algún día Dios nos envió a ser sacerdotes, profetas y reyes para que día a
día demos fiel testimonio de la llamada de Cristo. Sostenernos diariamente para
poder llevar acabo el sueño de Dios sobre cada persona. Conformarnos con la
Persona de Cristo espejo y ejemplo de todo consagrado y de todo cristiano.
Felicito
desde este pueblo de Belalcázar y de parte de todas a todos nuestros hermanos
sacerdotes por la labor que realizan en medio del pueblo santo. Por ofrecernos
a Cristo y a su Reino. También los animo en el seguimiento diario a Cristo con
todo lo que conlleva asegurándolos nuestra fiel entrega por todos vosotros y
por toda la humanidad.
Paz
y bien a todos.