viernes, 13 de enero de 2017

TRIDUO EN HONOR DE JESÚS ATADO A LA COLUMNA


El antiguo Convento de los padres franciscanos en Belalcázar, fue ocupado por las Hermanas Pobres de Santa Clara en el año 1.490. Vinieron a este lugar hermanas procedentes del Convento de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos (Burgos), trayendo un trozo de la Columna en la que ataron a Jesucristo para azotarle. Llegaron el 21 de febrero de 1.494 y desde entonces se llamó Convento de Santa Clara de la Columna. Las principales fueron dos hijas del Maestre de Santiago, don Rodrigo Manrique, primas hermanas de Doña Elvira de Zúñiga, llamadas doña Catalina y doña Luisa Manrique, religiosas de gran virtud y aprobación, por lo que fueron nombradas abadesa y tornera, respectivamente, del convento.

En el año 1.493, tanto Santa Clara de la Columna, como Los Cinco Mártires de Marruecos (nuevo convento edificado para los padres franciscanos), son desligados de la Custodia de Santoyo y acogidos a la de Santa María de los Ángeles, fundada por Fray Juan de la Puebla. Admitido ya este convento a la obediencia de la Provincia de los Ángeles, Fray Juan de la Puebla hizo unas constituciones muy rígidas para que fuesen observadas por las monjas de Santa Clara de la Columna y mandó se guardasen a la letra en dicho convento.

La Reina Católica Doña Isabel teniendo noticias de la santidad de la comunidad de Santa Clara de la Columna pasaba hacia la conquista de Granada se hospedó en ella unos días, “con la experiencia, y trato de las religiosas comprobó la opinión y vio su religiosa virtud” y concedió a la comunidad algunas mercedes y gracias.

Después de esta brevísima introducción nos desplazamos a la celebración ferviente en honor de Nuestro Padre Jesús atado a la columna, fiesta que en sus días se celebraba el día catorce del mes primero y por ser entre la semana, fue desplazado al domingo después del Bautismo del Señor.

Esta escena Evangélica, muy frecuente en el arte cristiano nos lleva dentro del ciclo de la Pasión. Quisiéramos ir más allá y poder ver con nuestros propios ojos desnudos a Jesús en el pretorio de Jerusalén dirigido por Poncio Pilato. Para llegar aquí, Jesús ha sido sometido al  interrogatorio por Anás suegro de Caifás el gran sacerdote. Jesús no pasa en estos lugares de fiestas, ni siquiera los suyos se le acercan, ni tampoco sus acusadores ya que permanecen fuera y las autoridades  salen y entran para interrogarlo. Jesús sabe perfectamente el juego que traen en las manos mundanamente autoritarias. Jesús contempla la miseria humana, cuando exhibido ante la multitud, después de que Pilato ha dialogado con él  y lo encuentra inocente, decidiendo así castigarlo y soltarlo,   aunque acaba cediendo a la voluntad de los acusadores, se tapan sus oídos  con el griterío potente de hombres caducos, ciegos y sordos  de corazón << ¡crucifícale, crucifícale!>> pero Él tiene seguro una cosa <<mi Reino no es de este mundo>>. Jesús en esta escena a punto de ser azotado inhumanamente y crucificado como un malhechor, manifiesta su condición de Rey verdadero y su misión de transmitir la verdad a todos los que quieran aceptarla. Es el rey que no ha venido a dominar como todos pretendemos, sino a entregar su vida por todos << ¡Si, soy Rey pero mi Reino no es de este mundo!>> ¡Qué hermosa lección hermanos míos!

Hermanos a mí me llama mucho la atención la actitud de Jesús, - sabedor de que cuanto sucede forma parte del plan de Dios y traerá la salvación a la humanidad –, una actitud de mucha confianza y serenidad. Él no solo acepta conscientemente todo el proyecto de su Padre, sino que va ofreciéndose para que se pueda realizar esta obra Salvífica sin demora alguna. Se dispone a la voluntad divina. ¡Cuántas veces nos resistimos en nuestras pequeñas voluntades olvidando la suya! ¡Cuántas veces perdemos el momento justo de Dios para con nosotros porque queremos torpemente mantener nuestra postura bajo cualquier pretexto!

No me extraña que en este momento Jesús se acordara e incluso repitiera para sus adentros aquella oración ultima en el discurso de despedida a sus discípulos; aquello que humanamente les pudo parecer una separación abismal, para luego descubrir que era la presencia permanente  <<He manifestado tu nombre a los que, sacándolos del mundo, me entregaste. Tuyos eran, pero me los diste a mí; y ellos han guardado tu palabra (….) yo no estoy ya en el mundo; pero ellos se quedan en el mundo, mientras que yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, en ese nombre que me has dado, y velé por ellos; ninguno de ellos se perdió sino el Hijo de la perdición (…) el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco lo soy yo. No te pido padre mío que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Conságralos en la verdad, tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los envió al mundo y por ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados en la verdad (…)>>.

Ante tal escena desgarradora, podemos contemplar el sufrimiento del espíritu, la tristeza por la cobardía humana, la angustia por la muerte inminente y la soledad de separación con los que tanto amaba. De esto podemos añadir todo el dolor físico que pudo pasar en esta columna abrazadora. Un momento saturado por toda clase de sufrimiento, vejaciones y desprecios. No olvidemos el significado de la flagelación entre los  romanos, al flagelado se le estimaba carente de todo derecho como persona y toda consideración como humano. Es más quedaba totalmente a merced de los verdugos. A menudo se desmayaba bajo los golpes para no decir que tantas veces perdía la mismísima vida. Razonablemente el profeta Isaías lo describe el siervo de Yahvé << desfigurado, no parecía hombre ni tenía aspecto humano, era despreciable y deshecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro…>>.

Hermanos ¿qué más diremos? Éste Señor, que apenas lo conocemos por ser desfigurado es nuestro modelo. Nosotras, las hermanas de esta fraternidad pobre de Santa Clara nos sentimos orgullosas de poseer a tal Señor. Hemos consagrado nuestras vidas, nuestro ser y nuestra persona a éste siervo de Yahvé.  Dios junto a su Hijo nos confían una misión: de implantar el derecho y la justicia, de ser alianza de su pueblo, de brillar como luz de las naciones.

Clara de Favarone,  asissiense,  supo poner orden a sus deseos y a su vida enamorándose de este desfigurado. Se enamoró tanto que no pudo ni más ni menos que ser su espejo dando comienzo así a nuestra vida escondida en Cristo, y nos exhorta encarecidamente << a mirarnos atentamente en este espejo,  (Cristo pobre y crucificado) y observar  en Él sin cesar nuestro rostro>>. Ella, sabedora de la soberbia que arruina la naturaleza humana  y que nos puede  impedir este camino bello nos dice << míralo hecho despreciable por ti y síguelo, hecha tu despreciable por Él en este mundo>>, << y si alguien te dijera o te aconsejara otra cosa que impida tu perfección o que parezca contaría a la vocación divina, aunque debas venerarlo, no quieras, sin embargo, seguir su consejo sino como virgen pobre abraza a Cristo pobre>> ¡Qué mujer más sabia y “atrevida”!

Pues bien, esta es la vida a la que  nos sentimos llamadas y nos alegramos de ello. Pero al no poder llegar a toda la gente, te invitamos a que te unas  en nuestro grito de justicia sobre todo por los más débiles, por tantos ciegos que están privados de libertad y no solo materialmente sino también espiritualmente. Para todo ello trataremos de actuar con mansedumbre identificándonos con la persona de Cristo que supo decir <<mi Reino no es de este mundo>> optando así por ir contra la marea mundana que muchas veces oprime, “injustamente”, empobrece, esclaviza…dispuestos a ir contra muchos que han decidido andar tacañamente, olvidando que todo pertenece a todos, porque sencillamente en su corazón no hay lugar para el amor.

Hoy en día, todavía siguen siendo los pobres los que son explotados injustamente y consciente o inconscientemente sus sudores y lágrimas son explotados para escalar el poder unos pocos.
Pedimos al Señor atado a la columna que nos conceda beber del torrente de sus delicias para que pueda fortalecer nuestra fragilidad humana. Que al  acercarse a su mesa eucarística podamos embriagarnos de gozo celestial y que este gozo nos lleve al encuentro con el prójimo. No anhelamos hermanos otros manjares que no sea el manjar de Cristo y ¿sabes qué? Tú y yo somos los primeros invitados.

Que este espejo (Cristo)  que nos habla por medio de su palabra ponga al desnudo nuestra vida y nos revele los secretos más íntimos del corazón. Que nos hiera nuestra vida falsa provocando así un cambio verdadero. Que te sintamos como un fuego devorador encerrado en nuestros huesos como a otro Jeremías y salgamos como una lava viva a una explosión verdadera, que empape nuestro corazón con tu sabiduría divina para poder resistir muchas veces a nuestros quereres y a decirnos en cada instante <<mi Reino no es de este mundo>>.

 Quisiera terminar con unas palabras en la que un sacerdote se dirige a un hermano en el sacerdocio de este modo: <<la palabra de Dios es un hierro al rojo vivo, y tú, que debes enseñarla a los otros, ¿quieres cogerla con las tenazas por miedo a que te queme?¿No la cogerás mas bien con las dos manos?  (Diario de un cura rural).

Pues tú y yo somos los primeros y ¡qué pena si este Triduo en honor a Jesús a la columna no te dices, ni me dice nada!

Que Dios os bendiga hermanos. Paz y bien.

                          


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