TESTIGOS DE LA VIDA.
“Si con fe logra vivir el hombre
muy humildemente, aunque nada tenga, feliz será siempre” decía un cantante.
Jesús, Hijo de Dios nos indicó la vida cuando afirmó: “yo soy el camino, la
verdad y la vida”. Todo hombre y mujer de este mundo andamos cada día buscando
la vida, aquella vida que da sentido a nuestro vivir, para dejar de vivir solo
de existiendo. Todos buscamos esta vida, pero somos tan ignorantes hermanos que
la seguimos buscando, cuando hace dos mil años que Cristo se nos entregó y todavía
no acabamos de entender que Él vive con nosotros. Hermanos andamos buscando a Aquel
que está desde el principio dentro de nosotros, no hace falta ir para allá o
para acá, no hace falta una búsqueda proyectada hacia fuera, porque entonces estamos
perdidos, el único camino para encontrar esta Vida Eterna hermanos, se hace
hacia dentro, hacia nuestra propia persona que abarca a Aquel a quien los
cielos no pudieron contener. Muchas veces nos hemos desviado del camino
tratando de buscarlo por muchos lugares en vez de dejar que esta vida que está ya en mis
adentros se manifieste en mi persona. Hasta que algún día ya cansados de tanto
caminar nos encontraremos con Él como
otra Marta que andaba afanada en muchos quehaceres y que nos diga “párate ya y déjeme actuar en
ti”. Es el momento en que nos daremos
cuenta de que hemos perdido casi una vida entera buscando otros ídolos,
escuchando ruido y afanados por aquello que no nos llena ni da ningún sentido a
la vida. Pero como tengo la libertad plena de elección puedo negarlo…y lo
siento en el corazón pero tengo obligación de dejarlo claro: que quien niega la
existencia de Dios, niega su ser de persona. Un corazón sin Dios se asfixia, es
como meter una bolsa de plástico en la cabeza y seguir diciendo “quiero vivir”;
pues quítate la bolsa de la cabeza y respira. Respira la Vida de Jesús y goza
dando gracias de vivir en Él. Quien descubre este tesoro tan grande, lo comparte y hace que a los otros sientan el gozo de tenerlo. Se parte y se reparte para que el otro tenga vida.
Cristo desde siempre nos espera
en el fondo de nuestro corazón. Allí en el escondite donde se realiza los más
íntimos secretos. Allí está su morada dentro de cada uno de nosotros y nunca
fuera de nosotros, y, allí hay que buscarle para encontrarle. Allí vive Aquel
por quien todo fue creado y sin Él nada se hizo de cuanto fue hecho: la Palabra
que ya desde principio existía ante el Padre, nos dice el prólogo del Evangelio
de S. Juan. Que inmensa caridad hermanos que Aquel que es Hijo Eterno del Padre
habite en ti y en mí, ¿por qué no lo acabamos de creer? Sí, Aquel que se
encarnó para ser revelación plena y definitiva del Dios invisible, ese habita
desde siempre en el corazón de cada ser humano, creyente y no creyente, y desde
allí nos habla y nos espera hasta que algún día tornemos hacia dentro para darnos
cuenta de este tesoro, de este eterna felicidad que llevamos en vasijas de
barro. Pero en ello no hay temor ni miedo alguno, como en aquel entonces de nuestros antepasados que temían morir porque
habían visto a Dios con sus propios ojos, ¡NO! Él es la Palabra por quien el
Padre se nos comunica. Es nuestro Hermano mayor, nuestro Guía, nuestro Espejo
en quien debemos reflejarnos siempre: “La Palabra se hizo carne y puso su
morada entre nosotros”, por tanto hermanos tú y yo somos su morada, su
tabernáculo en donde Él tiene que estar a gusto. ¿Cómo? porque llevamos la
Imagen Perfecta y visible de Dios en nosotros, en nuestros corazones. Y ya
descubro que cuanto le contemplo, me contemplo a mí porque ya existe una común
unión, Él se torna siempre y me mira a mí mientras yo le miro. Ya no existe
este abismo inmenso, inaccesible, insalvable, oscuro… que nos separaba del
Padre en tiempos inmemoriales, porque la Luz y la Vida ya vinieron en nuestra
tierra y moran en cada uno de nosotros. Y en esa mirada a Él también llego a descubrir, su presencia en la mirada de los que me rodean.
Pero hay que estar alertos muy
queridos hermanos para no perder la meta. Cristo vino al mundo pero el mundo no
lo reconoció ¡qué pena! “vino al mundo pero los suyos no lo recibieron”. Por
tanto hay que tomar conciencia de que Cristo no obliga a nadie para que lo
reconozca, “solo a los que lo reciben, aquellos que creen en su nombre, les da
potestad de ser hijos de Dios. Que quiere decir, que tú y yo aunque poseamos
nuestra débil naturaleza, Dios nos ha hecho hijos y herederos de su Hijo, y, hemos de dar
testimonio de esta verdad que habita entre nosotros, el testimonio de la Vida
verdadera y aunque lo rechacen de pleno, tu y yo tenemos una común misión
acogerle con entusiasmo y proclamar sus hazañas día tras día.
Desde estos cuatros muros de este
trocito del cielo aquí en la tierra que Dios nos ha regalado a todas las
hermanas que aquí viven, quisiera hacer llegar mi grito y mi voz a todos: que
“Dios vive y Dios está en ti querido hermano y hermana. Alégrate de esta gracia
y de esta noticia de que, tú y yo llevamos al Hijo de Dios en nuestros
corazones, conscientes o inconscientes. El Rey de los reyes vive en ti descúbrelo
y que seamos tu y yo instrumentos de Él”. Que el que mas lo necesite no falte su trozo de esta alegría universal de reconocernos hijos en el Hijo.
Que Dios le bendiga hermano y hermana muy queridos.
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