sábado, 15 de octubre de 2016

MARÍA DE NAZARET


<< He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra>>
 Lc 1, 38

En la anunciación, nos encontramos con; una virgen (María) desposada con José de la casa de David y que recibe una gran noticia del cielo. El ángel entrando en su aposento la llama la <<llena de gracia>> y aunque ella se conturba ante tal palabras le asegura de que no tiene por qué temer ya que ha hallado gracia delante de Dios, que va a concebir en el seno y dará a luz un Hijo que pondrá por nombre Jesús y éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin. María ante tal anuncio hace una pregunta muy natural y por tanto muy razonable, pero oye ¿cómo va a ser esto puesto que  no conozco varón? María tiene clara conciencia de estar comprometida y lo que suponía este compromiso. Pero ante esta realidad el ángel le dice <<el espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (…)>>.

María una joven comprometida reconoce muy vivamente la discriminación de la mujer y las reglas educativas que debía cumplir a pie de la letra ya que a no ser así podría contraer muchos problemas. Seguro que nos suena entre tantas la lapidación o la estrangulación en mujeres casadas; ni siquiera las mujeres podían bendecir la mesa, no eran aptas, ¿cómo entonces iba a explicarse aquella doncella de Nazaret comprometida y embarazada antes de contraer el matrimonio, y,  encima embarazada << por obra del Espíritu Santo>>?, ¿a quién verdaderamente se le iba a hacer caso, porque tampoco la mujer tenía derecho a prestar testimonio ya que como en Génesis (Gen 18; 15) era mentirosa? ¿Cómo se lo explicaría a sus benditos padres Joaquim y Ana, además a su comprometido José, de la casa de David? Es de admirar que a pesar de todo,  María humildemente y libremente se somete a la voluntad de Dios. Se entrega totalmente, se abandona, se fía y dice <<he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra>>.

Queridos hermanos y hermanas, del magníficat, podemos decir que María pertenecía a aquellos humildes de corazón que día tras día esperaban la salvación y la redención prometida al pueblo elegido de Israel; como el anciano Simeón que ya desea dormir en paz porque sus ojos han visto la salvación (Lc 2,25) o la profetisa Ana que se alegra de haber visto la redención de Jerusalén (Lc 2,38). Veamos en (Lc 1,46-55)  que  María se cuenta así misma entre los <<anawines>> (los marcados por una humildad y pobreza concreta rechazando así toda tentación que les pueda llevar al orgullo humano del poder, del tener y del poseer). María se cuenta entre las personas oprimidas (v.48) que son objeto del amor de Dios (v. 49-50), María condena la causa de los poderosos (v.51-52 a). Ella sabe que Dios está de parte de las personas  humildes y hambrientas (v. 52 b -53), María se siente parte del pueblo que, dentro de Israel, no ha perdido la esperanza 8v. 54-55) y que continuamente se alegra de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia para siempre (Lc 1,55).Lo que sucede en Nazaret, sobre la doncella nazarena es un acto singular, único, en la cual un niño trae la salvación y la redención al mundo entero. Es una intervención de Dios padre que nos hizo hijos en el Hijo, hermanos del Hermano. Una filiación Divina que nunca llegará a romperse, sellada con la Divina Sangre de Cristo. Es el <<kenosis>> (abajamiento), de un amor que se vacía totalmente y que hace posible nuestra exaltación (nuestra elevación)  para que así podamos compartir la misma vida de Dios. De esta obediencia humilde de María estamos llamados todos los cristianos a llevar a Cristo al mundo,  darle luz a Cristo en el mundo dando testimonio de Él y difundiendo su mensaje de paz y unidad.

María, modelo perfecta de la Iglesia, ese carnal privilegiado por la cual fluye el Manantial Original (el Verbo Divino) sobre el cual debe remontarse toda la historia de la Iglesia; precisamente porque ella acogió el anuncio del Ángel y desde el momento que dijo <<he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra>>, en este momento, el verbo eterno comenzó a existir como ser humano en el tiempo. María <<la llena de gracia>> la amada de Dios libremente acoge la palabra de Dios y de inmediato sale de prisa <<con prontitud>> a ofrecer ayuda a su pariente anciana Isabel. María es pues imagen de  una iglesia que está siempre en la salida continua a dar a luz al mismo Cristo en el mundo entero, a acoger al otro independientemente de su color, raza,  religión o estatus social;  a ofrecer calor al que muere de frio, a alimentar al que no tiene de comer, a cubrir a quien está desnudo, a consolar al triste… Pero ¿porque María, a pesar de todos los peligros que le podía pasar, se olvida de sí y sale al encuentro del prójimo? Ciertamente porque se ha dejado llenar de Dios con una disponibilidad total, se ha abierto a ese Amor total que es Dios, a ese único Amor que permanece y al que todos estamos llamados a participar. Y, a partir de ese encuentro personal con Dios; María no puede hacerse dueña de ese encuentro sino como discípula perfecta del seguimiento e impulsada por la caridad va de prisa a ofrecerse al otro, a practicar esa perfecta caridad que brota del corazón y tiente al otro.

También vemos en María una mujer que día a día vive el claroscuro de la fe; aquella que sale huyendo con su Hijo para salvarlo, y se estremece ante la muerte de tantos inocentes; es aquella que no entiende los problemas de su Hijo, ni por qué el rechazo social, es aquella que mira pasivamente como juzgan y crucifican de muerte a su Hijo; es más, es aquella que escucha las palabras entrecortadas de su Hijo ya a punto de morir como un malhechor<<Mujer ahí tienes a tu hijo>>. Entonces le atravesaría el corazón <<una espada de doble filo>> y resonaría  en toda su vida terrenal las últimas palabras de su Hijo amado de Dios <<mujer ahí tienes a tu hijo>> nada más y nada menos que Juan, hijo de Zebedeo. ¡Vaya cambio!

María nos sorprende de nuevo cuando huyendo los  discípulos en la noche de la pasión; ella firme y valiente aunque soportando el dolor humanamente y razonablemente, se queda a pie de la cruz junto a su Hijo <<la esperanza de Israel>>. María ve cómo respira su Hijo lentamente hasta expirarse, lo ve morir colgado en esa cruz en la que morían los malhechores, María ve morir la vida y la esperanza del pueblo santo de Dios, ¿pero acaso ha fracasado Dios? ¿Cómo puede morir así aquel que es la vida misma, gritando <<padre porque me has abandonado?>>. María experimenta el dolor más grande y ha oye y ve con sus propios ojos cómo su Hijo después de encomendar su espíritu a Dios su padre, ha reclinado la cabeza lentamente y ha dado su último respiro. ¿Dios ha fracasado como parecía al inicio de la historia con Adán y Eva o durante el destierro de Babilonia? Pero qué mujer tan humilde, ella cuando la misión del Hijo llevado en sus entrañas lo exige, se aparta porque ha comprendido bien su misión, humanizar a Dios y divinizar al hombre, darle ánimo y alentar a los discípulos de su Hijo, recordarles que la vida cotidiana exige mucha fe y mucha caridad. María es aquella que les recuerda día tras día que todo en este mundo pasa y solo el AMOR permanece; ese AMOR que se olvida de sí, se entrega al proyecto de Dios para darle al hombre vida.

Pero María no solo tiene una relación singular con Cristo, el Hijo de Dios. Al estar totalmente unida a Cristo, nos pertenece totalmente a nosotros. María es la madre nuestra porque Cristo es hombre para los hombre y todo su ser es un ser para nosotros. También igual que Cristo cabeza es inseparable de su cuerpo que es la iglesia, la madre de la cabeza es también la madre de toda la iglesia.
Querid@s herman@s como Iglesia estamos invitad@s a enamorarnos de Cristo, a ser una Iglesia esposa y madre que siempre sale al encuentro del otro y así encarnar la perfección que Dios desea desde siempre para todo ser humano. Ahora tú y yo somos ese puente terrenal que Dios ha puesto en este mundo para realizar su proyecto de salvación, romper barreras y abrirse a toda persona oprimida sea por lo que sea, es decir,  misionar por los caminos tras las huellas del  Hijo amado, de la virgen María su madre y de los apóstoles.


En alabanza y gloria de Cristo. Amen.

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