PEREGRINOS HACIA LA PLENITUD
Hermanos y hermanas muy queridos, nuestro “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos: porque para Él todos están vivos”. Los que creemos y tenemos una esperanza firme de una vida futura sabemos muy bien que nuestra vida en Cristo no acaba con la muerte, sino que este paso se ha convertido en nosotros en un “dormirse en el Señor” para despertar en la paz eterna, en la vida eterna y en una felicidad eterna, donde todos seremos santos y junto a los ángeles y contemplaremos a Dios Padre y a su Hijo amado (nuestro Hermano Mayor) cara a cara. La fe nos dice que ahí no habrá sufrimiento, ni dolor alguno sino que seremos felices porque viviremos en la plenitud de Dios.
Claro entendido de esta forma, no
nos asombraremos ante el testimonio de los siete hermanos con su madre en el
libro de los Macabeos, donde negándose a comer carne de cerdo por el mandato
del rey y que es prohibido por la ley judía son arrestados y torturados
cruelmente. Finalmente uno tras otro van cayendo muertos ante su madre quien
les anima a no negar su fe, porque recobraran la vida en Cristo, “vale la pena
morir en manos de hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”
declara el cuarto antes de morir. Una dura escena que deja al rey y su corte
asombrados. Porque en su mente humana y limitada no cabía que “A Dios nunca se
le mueren los hijos” como lo define Jose Antonio Pagola.
Hermanos, somos porque Dios nos
comunica constantemente su vida en el Espíritu. Nuestra fe nos enraíza en Dios
y lo que define mi vida como cristiano es el proyecto de Dios sobre mí. Dios me
quiere como a hijo suyo y mi vida no puede tener límite si vivo en la gracia.
Hay que despertarnos y cuidar este tesoro incomparable de la fe sembrado en
nosotros por el bautismo, para que siga creciendo cada día a través de su
palabra y la oración asidua, el tratar de amistad con nuestro Padre celestial
siguiendo el modelo de Cristo y con la ayuda del Espíritu santo.
Hoy podemos pensar ¿quién puede
aguantar tanto por la defensa de su fe? Hay tantos que siguen de forma
semejante luchando por la fe. Sufren y lloran, claman y hasta entregan su vida
por Cristo. Nosotros que todavía vivimos sin tantos problemas en el seguimiento
de Cristo, nos unimos a nuestros hermanos sufrientes para que Dios les conceda
la fuerza necesaria para seguir adelante y valientemente entregar su vida por
Él ofreciendo el testimonio de “ser Dios con la entrega de sus propias vidas”.
Y nosotros pobres pecadores
conscientemente vayamos muriendo al pecado para ir viviendo porque cuanto más nos
hacemos a ir muriendo poco a poco a nuestro yo, más vivimos la verdadera vida.
Morir a la carne para que viva el hombre
y la mujer nuevos desde la Gracia.
DIOS NO ES DIOS DE MUERTOS SINO
DE VIVOS.
Feliz domingo y semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario