domingo, 6 de noviembre de 2016

PEREGRINOS HACIA LA PLENITUD

                                               PEREGRINOS HACIA LA PLENITUD

Hermanos y hermanas muy queridos, nuestro  “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos: porque para Él todos están vivos”. Los que creemos y tenemos una esperanza firme de una vida futura sabemos muy bien que nuestra vida en Cristo no acaba con la muerte, sino que este paso se ha convertido en nosotros  en un “dormirse en el Señor” para despertar en la paz eterna, en la vida eterna y en una felicidad eterna, donde todos seremos santos y junto a los ángeles y contemplaremos  a Dios Padre y a su Hijo amado (nuestro Hermano Mayor) cara a cara. La fe nos dice que ahí no habrá sufrimiento, ni dolor alguno sino que seremos felices porque viviremos en la plenitud de Dios.


Claro entendido de esta forma, no nos asombraremos ante el testimonio de los siete hermanos con su madre en el libro de los Macabeos, donde negándose a comer carne de cerdo por el mandato del rey y que es prohibido por la ley judía son arrestados y torturados cruelmente. Finalmente uno tras otro van cayendo muertos ante su madre quien les anima a no negar su fe, porque recobraran la vida en Cristo, “vale la pena morir en manos de hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará” declara el cuarto antes de morir. Una dura escena que deja al rey y su corte asombrados. Porque en su mente humana y limitada no cabía que “A Dios nunca se le mueren los hijos” como lo define Jose Antonio Pagola.

Hermanos, somos porque Dios nos comunica constantemente su vida en el Espíritu. Nuestra fe nos enraíza en Dios y lo que define mi vida como cristiano es el proyecto de Dios sobre mí. Dios me quiere como a hijo suyo y mi vida no puede tener límite si vivo en la gracia. Hay que despertarnos y cuidar este tesoro incomparable de la fe sembrado en nosotros por el bautismo, para que siga creciendo cada día a través de su palabra y la oración asidua, el tratar de amistad con nuestro Padre celestial siguiendo el modelo de Cristo y con la ayuda del Espíritu santo.

Hoy podemos pensar ¿quién puede aguantar tanto por la defensa de su fe? Hay tantos que siguen de forma semejante luchando por la fe. Sufren y lloran, claman y hasta entregan su vida por Cristo. Nosotros que todavía vivimos sin tantos problemas en el seguimiento de Cristo, nos unimos a nuestros hermanos sufrientes para que Dios les conceda la fuerza necesaria para seguir adelante y valientemente entregar su vida por Él ofreciendo el testimonio de “ser Dios con la entrega de sus propias vidas”.

Y nosotros pobres pecadores conscientemente vayamos muriendo al pecado para ir viviendo porque cuanto más nos hacemos a ir muriendo poco a poco a nuestro yo, más vivimos la verdadera vida. Morir a la carne para que  viva el hombre y la mujer nuevos desde la Gracia.

DIOS NO ES DIOS DE MUERTOS SINO DE VIVOS.


Feliz domingo y semana.

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